Alguero y su historia

Para poder comprender la atmósfera catalana que todavía se respira hoy en las vivaces callejuelas de la ciudad de Alguero, es necesario remontarse a los acontecimientos de la antigua historia medieval y a las tormentosas guerras sufridas.

Los orígenes se remontan a 1353 con la famosa batalla en el Golfo de Porto Conte entre genoveses y catalanes, que llevó a la conquista de Alguero por parte de Cataluña.
La pequeña ciudad fortificada fue fundada por la familia Doria en el lejano siglo XII y desde entonces se convirtió en objeto de disputa entre las grandes potencias europeas. Su excelente ubicación en el centro del Mediterráneo, la convirtió en estratégicamente interesante tanto desde un punto de vista económico como político. Pronto la ciudad se convirtió en uno de los puertos marítimos más codiciados del Mediterráneo. De hecho, la ruta comercial más empleada por los expertos marineros genoveses, al igual que en su tiempo por  los fenicios, partía desde el norte de África y llegaba hasta el Estrecho de Gibraltar, pasando cerca de la isla de Cerdeña.

La ciudad fue completamente conquistada y sometida en 1354 por el  rey aragonés Pedro IV el Ceremonioso, que expulsó a los antiguos lugareños y quiso repoblar la zona con judíos mallorquines y colonos catalanes.

Hasta 1501 los Judíos se establecieron en la parte norte de la ciudad de Alguero, que también contó con una Sinagoga. De esta fecha en adelante comenzó la expulsión de las familias judías con una diferente creencia religiosa, aunque algunos fueron capaces de mantener su residencia gracias a una conversión forzosa al catolicismo. La familia de Carcassona destacó precisamente por esta razón, llegando incluso a ser muy influyente en la ciudad. Actualmente, el antiguo barrio judío es uno de los lugares más visitados de la ciudad, y se encuentra señalizado con interesantes paneles descriptivos que cuentan la historia de los hermosos palacios y las familias acaudaladas que allí vivían.

 Los colonos catalanes que se trasladaron a la ciudad fortificada, junto con los Judíos, fueron hábiles artesanos, ricos comerciantes y agricultores experimentados. Los soberanos, para facilitar su traslado a los nuevos territorios, distribuyeron numerosos privilegios reales y ventajosos incentivos fiscales.  Fueron precisamente estos hábiles empresarios catalanes los que transformaron la pequeña ciudad de pescadores en una próspera ciudad agrícola y mercantil. El idioma utilizado a partir de entonces, para la comunicación interna y el comercio, fue el catalán, obligando  a los extranjeros a aprenderla para poder integrarse con los lugareños.

En algunas fuentes escritas que se remontan a la época catalana ya se habla de la difícil pesca de coral en la costa de Alguero y su exclusivo monopolio comercial. Se narra que los reyes fueron capaces de proteger su exclusividad, impidiendo a los pescadores de coral de fuera de la ciudad, sobre todo corsos y genoveses, residir en la ciudad. La intensidad de la pesca  fue atestiguada en los registros portuarios, compilados en 1428 y en 1493, que también monitorizaban los movimientos navales, anotando cada uno de los  atraques de buques extranjeros en el puerto de la ciudad.

Con la unión del Reino de España, a través del matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, la lengua oficial de todo el reino se convirtió en el castellano. El nuevo idioma se aunó al catalán ya en uso y se utilizó oficialmente sobre todo para la preparación de los documentos reales.

El siglo XVI fue para la historiografía moderna un período de extrema vitalidad intelectual, de extraordinarias innovaciones culturales y de  profundas transformaciones urbanas. El crecimiento demográfico que caracterizó el siglo empujó a partir de entonces   a los gobernantes de la ciudad a concentrarse en la construcción en las zonas internas de la muralla de la ciudad, añadiendo más plantas a los antiguos y decorativos palacios catalanes. La Catedral de Santa María que todavía se puede visitar, fue construida gracias a la técnica de los arquitectos, atentos  estos a las refinadas concepciones renacentistas y manieristas típicas del siglo.

 En 1503 el Papa Julio II nombró a Alguero sede Episcopal y los monarcas españoles comenzaron la demolición de las viejas murallas medievales. El antiguo trazado de la muralla genovesa hoy se conserva en los archivos, demostrando la presencia de una pequeña muralla alternada con 26 torres cuadradas. Los monarcas españoles conservaron una pequeña parte y demostraron su poder construyendo nuevas torres, en menor número pero más altas, redondas y poderosas con respecto a las del pasado.

Hoy en día, aunque sólo se conservan algunos restos de los antiguos revellines triangulares y túneles subterráneos del siglo XVI, todavía podemos admirar las torres que han permanecido intactas y majestuosas a pesar del paso del tiempo. Frecuentes eventos musicales y culturales actuales realzan su belleza.

En el siglo XVIII se interrumpió el contacto con los catalanes, que sin embargo dejaron en la población un importante y distintivo bilingüismo. Se pasó desde  1.708 a una breve influencia austriaca.

A partir de 1720 en la ciudad de Alguero al igual que en el conjunto de Cerdeña, contó con la presencia dominante de la Casa de los Saboya. La Casa de Saboya potenció la pesca de coral y la agricultura. También inició una nueva política industrial, fomentando la creación de numerosas pequeñas empresas. Siguieron los acontecimientos patrióticos de Mazzini y Garibaldi que llevaron a la unificación de Italia.

Alguero se extendió cada vez más, hasta el punto de que la mayoría de sus muros fueron derribados a principios del siglo XX  para satisfacer las numerosas solicitudes de construcción.

Durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo después de los bombardeos de 1943, se abrieron numerosos espacios vacios en el casco antiguo de la ciudad, lo que favoreció al nacimiento de nuevas plazas cuyos nombres recuerdan aquellos trágicos acontecimientos bélicos, como la actual “ Piazza dello Sventramento  (“Plaza de la demolición”)

Después de la guerra continuó el gran desarrollo social y demográfico que ha llevado hoy a Alguero a ser una de las ciudades más bellas y de mayor vocación turística de Italia.